Como pudimos ver ayer, el panorama global es mucho más negro de lo que pensábamos. Donald Trump ha cumplido con nuestras más terribles expectativas y ha tirado todos los esfuerzos por combatir el cambio climático. Desde su perspectiva, peligrosa e irresponsable, el cambio climático no existe y adscribirse al Acuerdo de París es atentar contra la integridad económica y social de Estados Unidos. Sin embargo, el calentamiento global, del cual ya estamos viviendo diversas manifestaciones, tendrá terribles consecuencias a corto y medio plazo (y no sólo a largo, que son más difíciles de contemplar). Entre dichas consecuencias está el mantener y aumentar la pobreza, así como reducir los alimentos que podremos poner en nuestros platos.
A Trump le importa un comino tu mundo
Repasemos, Donald Trump, como Presidenta de los Estados Unidos, ya había dispuesto su actitud contraria a toda investigación y trabajo relacionado con el cambio climático. Los recortes en ciencia provocados por su administración están echando tierra a los esfuerzos conseguidos en los últimos años por la Administración Obama. Las científicas han salido a la calle, se han vuelto en contra y han denunciado la situación insostenible de estas decisiones. Pero la guinda del pastel la puso ayer, cuando los peores vaticinios se cumplían: Estados Unidos rechaza y se desentiende del Acuerdo de París planteado durante el pasado COP21. Esto quiere decir que Estados Unidos, al menos desde el punto de vista gubernamental, no moverá ni un dedo para tratar de reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Puesto que EEUU es el segundo productor de este tipo de emisiones, eso supone un duro golpe al esfuerzo global por evitar llegar al aumento de 2ºC de media de temperatura anual. Esta cifra es la que, según las estimaciones de las expertas, marca el límite asumible por nuestro planeta. Tanto la temperatura como la cantidad de gases, sin embargo, son meras referencias estadísticas, pues las consecuencias del cambio climático ya las estamos sufriendo. La cuestión es mitigarlas en la medida de lo posible para poder continuar con la vida en la Tierra tal y como la conocemos. Pero con la decisión de Donald Trump, esto se hace mucho, mucho más difícil de hacer.
El cambio climático amenaza especialmente a las pobres
La FAO, probablemente la organización más prestigiosa y rigurosa en cuanto a alimentación se refiere, ya advirtió en 2015 una consecuencia horrible e inevitable del cambio climático: el mundo no podrá alimentarnos a todas. Y las que primero sentirán este problema serán las pobres. Pero ¿por qué? La primera consecuencia directa del cambio climático es el cambio en la tierra. Esto produce una inmediata reducción de alimentos. Entendamos de qué manera: al aumentar las temperaturas existen varios cambios fundamentales que afectan a los sistemas agroecológicos, donde se producen todos los alimentos del mundo. El primero es el conocido aumento de nivel del mar, lo que cambia el nivel freático y la dinámica agraria en la costa, por no hablar de la pérdida de terreno. El segundo es el aumento en la desertización de zonas subtropicales, como el sur de España, lo que provoca que ciertos cultivos no puedan seguir existiendo en determinadas zonas. El tercero es el aumento en la degradación de la tierra, provocado por la erosión o profundos cambios ecológicos. El cuarto es la acidificación de los mares, lo que provoca una modificación sustancial en los mares y las especies que lo habitan.
Créditos: Hailey Tucker | CGAP
Todo esto, además, reduce la capacidad de los ecosistemas de regular las relaciones entre especies. Esto se traduce en un aumento en las plagas y enfermedades, que podrían aparecer antes y durante más tiempo, lo que provoca aún más daños en el ecosistema, incrementando la gravedad del ciclo. Por si fuera poco, el cambio climático, tal y como explican las expertas, aumenta la frecuencia e intensidad de eventos extremos, como El Niño, lo que provoca aún más pérdidas en los sistemas agroeconómicos. En resumen, se producen muchos menos cultivos y de peor calidad. Eso quiere decir que hay mayor competencia, aumentan los precios y disminuye la disponibilidad. Y las primeras en notar este problema son las economías más pobres, por supuesto. Cuanto mayor es la competencia, normalmente, las productoras directas son las primeras en sufrir las consecuencias, que no son otras que menos alimentos y menos disponibilidad económica.
Las estimaciones no son nada halagüeñas. Según explican diversas expertas en cambio climático, la reducción de alimentos puede cuantificarse en relación con la pérdida potencial de terreno productivo. Según estas estimaciones, para 2030 podríamos disponer de un 10% menos de alimentos y un 30% menos en 2050. Esta cifra afectaría principalmente, y como decíamos más arriba, a los países más pobres. Especialmente preocupantes serán las reducciones en arroz y soja, la base alimenticia de muchos países asiáticos. Dentro de estas mismas estimaciones se observa una reducción enorme en la producción de alimentos a nivel global de aquí a 2050.
A medida que aumenten las temperaturas, países como Argentina o Australia, así como casi todo el continente Africano y una enorme parte de Asia Meridional verán reducidas sus producciones agrícolas hasta en un 50%. Por el contrario, países eminentemente fríos como Canadá o el Norte de Europa y Rusia verán un aumento sustancial en dichas producciones. Pero esto no es sustitutivo ni servirá para paliar la reducción enorme de la disponibilidad de alimentos. Además, con peores circunstancias agroecológicas, los cultivos tendrán una calidad potencial menor, produciéndose frutas y verduras de menor tamaño y nutrientes, lo que ayudará a incrementar más la diferencia entre el acceso a alimento de calidad entre ricas y pobres.