Los defensores del alquiler de vientres afirman que la mujer que gesta y pare no es la madre, porque no está relacionada genéticamente con el bebé.
Obvian con esta afirmación, bien intencionadamente, bien por ignorancia, la realidad del vínculo celular y emocional que conlleva todo embarazo.
La madre modifica la genética del bebé antes incluso de que el embrión se implante en el endometrio, en ese momento ya empieza a desarrollarse todo un baile, un intercambio que hará que células madre del embrión atraviesen la membrana placentaria y el torrente sanguíneo y se instalen en el cuerpo de la madre permaneciendo en ella durante toda su vida, aunque el bebé no nazca. La increíble realidad es que llevamos en nuestro organismo células de cada bebé que hemos engendrado. Por otra parte, células de la madre harán el mismo recorrido, desde su cuerpo al de la bebé y quedarán alojadas en su cuerpo por siempre jamás. Esto es absolutamente fascinante. Los estudios muestran como este intercambio celular podría tener una función reparadora y protectora de la salud de ambas.
Sangre de mi sangre, dice la sabiduría popular y luego la ciencia indaga, explica y confirma lo que nosotras ya sabíamos.
A esto hay que sumarle todo el tema de la programación fetal, que muy escuetamente serían aquellas ventajas o desventajas de salud que se programan durante la gestación y que tienen que ver con las condiciones en que se desarrolla el embarazo y la salud física y mental de la madre. Son los genes que se activan o apagan según sea el hábitat materno, la famosa epigenética. Y por favor, insistamos en apuntar a las condiciones de vida materna, en lugar de en los estilos de vida de las madres. El matiz es importante.
Cualquiera con dos dedos de frente entiende, sabiendo esto, lo crucial que resulta por el bien de la humanidad proveer a las madres de las mejores condiciones sociales, culturales, económicas y ambientales para que los embarazos y partos se desarrollen de manera saludable, para el bienestar de la madre y su bebé. Por saludable entendemos un completo estado de bienestar física, psíquica y social y por supuesto incluye la autonomía y autodeterminación de las madres y excluye la violencia obstétrica presente desde el minuto uno en los contratos de maternidad subrogada.
Las clínicas de alquiler de vientres saben todo esto, pero lo manipulan en su provecho, y cuentan verdades a medias para sacar tajada; por eso advierten que el vínculo se desarrolla de manera natural y que no todas las mujeres están preparadas para ser madres de alquiler.
Ojo, y por eso proveen grupos de apoyo y terapias de desapego para gestionar y dar salida al vínculo que de manera natural (talsquistina para quien le pique la palabra natural) se desarrolla.
Este vínculo estrangulado, ahogado, silenciado, por las condiciones contractuales en las que se desarrolla el embarazo, en muchas ocasiones, y en un giro maravilloso y capitalista del amor romántico, se redirige a los compradores, con quienes algunas madres, especialmente las norteamericanas, por una cuestión cultural, desarrollan una especie de idilio que desvía el dolor del vínculo que niegan, hacia el goce de hacer feliz a una familia entregándoles una criatura.
La situación de vulnerabilidad e inferioridad desde un punto de vista social, cultural, económico, educativo, de edad o racial es ocultada bajo el manto de esta nueva versión de amor romántico y mercantilista.
Cuando el bebé se entrega, el idilio se rompe, las mujeres dejan de recibir atención por parte de los compradores y sufren la misma experiencia dolorosa que si de una ruptura amorosa se tratara. Se sienten abandonadas, de hecho, son abandonadas por los compradores y las agencias intermediarias. Muchas de estas mujeres, por esta razón precisamente repiten la experiencia, para superar la perdida del bebé no hijx; del amor a tres sin sexo, con resultado de hijxs como soles que ahonda en la idea tradicional de lo que debe ser una familia como dios manda.
El tema de la programación fetal también es un filón para las agencias, por este motivo en los contratos son los compradores los que estipulan todos los aspectos y detalles de la vida de la madre: lo que comerá, beberá, las vitaminas que tomará, las hormonas, antibióticos y demás medicamentos que se le administrarán, las pruebas para el control de calidad del feto, reducción fetal, aborto, el tipo de parto, etc.
Y en esta honda de «comprender la importancia de la programación fetal» algunas agencias como paquete vip, a los clientes más pudientes ya les están vendiendo «gestaciones más sanas» con comidas y «experiencias» especiales y saludables para las «gestantes» y partos supuestamente «respetados» además de lactancia materna.
La lactancia la iniciará en algunos casos la propia madre con todo el dolor inimaginable que esto supondrá. No puedo, de verdad, concebir mayor tortura que sacarte leche con el sacaleches, o ponerte al pecho al bebé que te arrebatarán en unos días.
En otros caso será la compradora quien asesorada por la agencia, se pasará meses estimulándose con el sacaleches a fin de dar el pecho a su criatura comprada. Comparar esta situación a cuando se induce la lactancia en casos de adopción es absurdo, un despropósito que me produce una pena e indignación tremenda.
Y volvemos al inicio, si esta mujer que gesta y pare no es la madre, porque no está relacionada genéticamente con el bebé, ¿qué pasa con la que será madre social y es la compradora de la criatura y que tampoco tiene relación genética con el bebé, porque en la mayoría de los casos esta mujer no aporta sus óvulos?
¿Reconocen entonces los partidarios de esta explotación, a la donante de óvulos como madre, ya que ella aportaría los gametos igual que el padre, al que sí se le reconocen todos los derechos de paternidad?
¿Qué pasa con las madres que lo son por ovodonación o por donación de embriones? Porque lo que la ciencia, la ley y las propias clínicas de reproducción asistida afirman es que ellas son las madres, es más, las clínicas de reproducción asistida insisten en trasmitirles a sus clientes que la genética no tan importante, sino que lo que importa en estos casos es la epigénetica, ¡vaya , aquí sí! Y sin embargo, los partidarios de la gestación subrogada, a saber, explotación reproductiva, cuando trasmutan a las madres en «portadoras gestacionales» en un giro alquímico carente de ética y desprovisto de la noción de Derechos Humanos, les niegan a estas mujeres que gestan y paren embriones ajenos, su propia maternidad.
Muchas mentiras, argumentos contradictorios, verdades a medias y manipulación por parte de los actores interesados (industria tecnoreproductiva, compradores de bebés, partidos políticos y asociaciones) sobre lo que la ciencia del embarazo y el parto nos confirma, para legitimar el mantenimiento y la proliferación de una subclase de mujeres, las paridoras de bebés para las élites, expropiadas de sus derechos humanos, de su propio embarazo y de su hijx.
Muchísimo, muchísimo sufrimiento de muchas mujeres: las madres explotadas, las «donantes» o mujeres expropiadas de sus óvulos; y también, hay que decirlo, las compradoras de los bebés. Estas mujeres generalmente llegan a esta decisión al límite de sus fuerzas, empujadas por las mismas clínicas donde sus durísimos tratamientos de reproducción asistida fracasaron y ansiosas por satisfacer, más que su propio deseo materno, el deseo de paternidad genética de sus parejas y el mandato de la maternidad patriarcal que aún pesa sobre las mujeres y que lo que exige son madres silenciosas, calladas, ausentes de la biografía de su prole. Madres invisibles. Todo un despropósito.
Vía TF