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Los burkas de occidente

Colgué en Facebook la foto de una mujer en la alfombra roja de Cannes: poca, poquísima ropa y mucho, muchísimo tacón. Colgué esa, podría haber colgado otras varias puesto que la mayoría de las que por allí desfilan van andando de puntillas (o sea subidas en 15 o 20 centímetros) y poco vestidas (haga frío o calor, llueva o ventee) mientras que ellos van tan cómodos y relajados.

Acompañé la foto de una frase asimilando estas vestimentas con los burkas.

¡La que se ha liado!

Muchos comentarios sostienen que no se puede comparar. Yo digo que sí… y digo que no.

1. No se puede comparar en un punto (ciertamente muy importante): en ciertos países musulmanes el velo es obligatorio. En otros, hasta el burka lo es. Aquí, ir medio desnudas soportando el frío o subidas en esos tacones machándose los pies, no lo es. O sea, la ley no lo prohíbe. Y este hecho no me parece secundario ni de poca monta sino todo lo contrario.

[Nota “a pie de página”: las leyes no nos las regalan, las peleamos. Duramente y durante años. Y seguimos peleándolas. Lo digo porque yo no creo en absoluto que nuestra religión sea, per se, más abierta sino que llevamos siglos obligándola a serlo y muchas personas han ardido en piras por ello].

2. Puntualizado ese aspecto (que vuelvo a repetir, no minimizo en absoluto, pero nada, nada), pienso que sí, que se puede comparar. Decir que estas modas son nuestros burkas es, por supuesto una metáfora pero no traída por los pelos ni disparatada (mucho menos que hablar de “los caballos” de un motor o de “la sierra” de Gredos). Burka y moda occidental emanan del mismo mecanismo, de la misma concepción sobre “quién manda aquí”, nacen de la arraigada ideología que predica que el cuerpo de las mujeres está para complacer a los hombres. Nacen del convencimiento (explícitamente formulado o no) de que las mujeres tenemos la obligación de gustar al máximo aunque para ello debamos sufrir, ir incómodas, perder un tiempo considerable, gastar dinero, etc. Pienso que burka y moda son dos caras de la misma moneda: el control del cuerpo de las mujeres y su sometimiento al deseo masculino. Ya dije que la diferencia –grande, sin duda- no es de calidad sino de obligatoriedad.

Otros puntos surgidos en torno a mis post merecen atención.

1. Algunas personas dan por supuesto que, al plantear tales temas, queremos prohibir que las mujeres se vistan o se calcen de esta u otra manera. Se ponen histéricas (ellas) y agresivos (ellos) reclamando la libertad de las mujeres… Insinúan, ya de paso, que si las critico (me harto de repetir inútilmente que no las critico ni a ellas ni a las que se ponen burka), es por envidia. Ciertamente me gustaría ser joven, guapa y tener tipazo. Pero no envidio para nada la servidumbre tiránica en la que viven (aunque la tengan tan interiorizada que vayan reclamándola como “un gusto” muy suyo).

2. Hay personas que “culpan” a esas mujeres y dan por supuesto que si van así y no se rebelan ante la tiranía de la moda es porque no quieren. Yo predico la insumisión, por supuesto. Agito todo lo que puedo para convencer al máximo de personas (y fundamentalmente a las mujeres) de que hay que desobedecer las imposiciones capitalistas y los mandatos patriarcales. Pero entiendo que no tod*s somos iguales ni tenemos la misma mente, ni las mismas ocasiones, ni el mismo entorno, etc. Sé que, como dijo Simone de Beauvoir: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviera cómplices entre los propios oprimidos”. Pero, de ahí a justificar la opresión diciendo que l*s oprimid*s la aceptan, hay un abismo. Y de ahí a insinuar que l*s culpables son l*s oprimid*s median otro par de abismos.

3. Me sorprende comprobar el nivel (nivel bajo cero, como el del Mar Muerto, o sea -416,5 m exactamente) de pensamiento que demuestran quienes creen que la libertad es algo caído del cielo, espontáneo, que brota del alma (“del coño”, de “las ganas” y deseos…) sin más y no está condicionada por nada ni nadie. No es dependiente del género, de la clase social, de la economía, del mercado, de la historia general y de la propia, del país, de la época, etc. etc. Reclaman que esas mujeres hagan lo que “les salga del coño” (cosa que, vuelvo a repetir yo no pretendo prohibirles) pero no se plantean ni por un instante cómo se forman los deseos o la subjetividad, por qué a las mujeres “les sale del coño” gastar tanto tiempo, energías e incluso dinero en parecer guapas (¿y quién decide el canon de guapura?), o por qué (cambiando de registro) “les sale del coño” servir a las demás miembros de su familia y dedicar más de cinco horas a tales cuestiones mientras que ellos dedican una, o por qué en los casos más extremos, “les sale del coño” vivir con un maltratador…

Ni, por supuesto, se plantean cuáles son los límites de la libertad.

Un desastre comprobar tal pobreza de pensamiento. Una pena tanta incultura. Una tristeza que aún no sepan que, como dijo Amelia Valcárcel: “Ser individuo no es asunto individual”.

Me recuerda Teresa Díaz Chicote la frase de Spinoza: “Los Hombres se creen libres porque ellos son conscientes de sus voluntades y deseos, pero son ignorantes de las causas por las cuales ellos son llevados al deseo y a la esperanza.” La frase tiene tres siglos y medio (por eso Spinoza dice “hombres”, yo creo que ahora un señor tan extraordinario como él nos nombraría) pero aún hay muchísima personas cuyas mentes funcionan como si Spinoza, Marx, Freud, Braudel, Bourdieu, Mary Douglas y, por supuesto, TODO EL PENSAMIENTO FEMINISTA no hubieran existido*. Viven en la Edad Media.

Vía Tribuna Feminista*Nota: que no soy tan snob como para decir que tod*s tenemos que leer y conocer a esos autores y autoras y que no soy tan estúpida como para presumir de haberlas leído yo misma, pero que hay cosas que ya están el en acervo común de la humanidad, que ya son adquisiciones de base (o sea: que no es necesario haber leído a Euclides para saber algo de geometría…).

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