Premisas:
- En Argentina existe el “Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad” (me pregunto, por curiosidad y de pasada, cuántos géneros tendrán ya repertoriados). [ N. de la E: la autora vive en España]
- En Argentina, la violencia contra las mujeres es impresionante (en 2019, fueron asesinadas 284) y apabullante la permisividad legal e institucional frente a tal barbarie. Verbi gratia: la hipotética “condena” -notificada hace unos días- a los cuatro violadores de una menor: tres años condicionados. Significa que no pisarán la cárcel a no ser que violen de nuevo. Ahora bien, con estos antecedentes, si volvieran a violar ¿qué mujer se lanzaría a denunciarlos, a pasar por el oprobio social –de ella, claro- a sufrir un calvario, a esperar ocho años para que, al final, resulte que lo que le hicieron fue simplemente una “acción dolosa”, producto del necesario “desahogo sexual” de los violadores? Así lo argumentó el fiscal y, secundando sus desvaríos, el tribunal calificó los hechos como “abuso sexual simple”.
- El Sistema Nacional de Estadística Criminal (SNIC) de Argentina calcula que se producen anualmente entre 14.500 y 15.400 agresiones sexuales (unas 40 diarias). Las víctimas son, en su inmensa mayoría, mujeres. Conclusión: sin duda alguna la mejor táctica, la más segura, para evitar la violación es ser hombre (hombre adulto, de preferencia). O sea, aunque una mujer se esmere en el “recato”, aunque se mantenga encerrada en casa, tiene muchas probabilidades de ser violada ya que gran número de violaciones se dan en el entorno familiar.
- La prostitución en Argentina es una actividad lícita siempre y cuando no haya trata ni explotación de personas y se ejerza voluntariamente (¡oh, la libertad!). El divino y fascinante “Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad” (ese que aún no ha conseguido una ley del aborto medio aceptable) es, claro está, partidario de esta ley y anima a las prostitutas a sindicarse. Esto último me lleva a pensar (aunque no lo aseguro) que también será favorable a la propuesta de modificación de la ley que plantea AMMAR (el más poderoso sindicato de “Mujeres Meretrices de Argentina”) pidiendo que se legalice igualmente la “administración de prostíbulos”.
- Desde 2012, Argentina tiene una ley que declara que el género es “la vivencia interna e individual […] tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo”. La ley estipula que, para ser legalmente hombre o mujer, basta con ir a una comisaría y declararse del género que se desee. Es el único requisito. Y, por supuesto, ninguna relación con el aspecto o el cuerpo. Uno que se presente con barba cerrada y pinta de macho bravucón, de allí saldrá, si lo desea, siendo oficialmente mujer.
Conclusiones:
- De los puntos 3 y 5 se deduce que la culpa de todo lo que le aconteció a esa mujer violada la tiene ella por seguir aferrada a sus privilegios “cis” en vez de acercarse a una comisaría y declararse hombre. Si lo hubiera hecho, cuando los bestias fueron a violarla, ella -perdón, “él”- les habría enseñado el carné y les habría dicho: “Soy varón”. Y, como seguramente los violadores eran heterosexuales, pues no hubieran pasado al acto. ¿Veis cómo facilita la vida esto de que el sexo y el género sean autodefinidos?
- Cuesta creer que los violadores se vieron obligados a violar porque no tenían a mano a una “trabajadora voluntaria” con la que practicar legalmente su imperioso “desahogo sexual”. Cuesta creerlo porque debe resultar fácil encontrar una prostituta en un país donde -como dijimos en el punto 4- la prostitución cuenta con el beneplácito y la bendición del asombroso “Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad”. ¿No será, pues, que, los violadores -todos hijos de buenas y conocidas familias- llevados por un espíritu ahorrativo, optaron por no gastar pesos en algo que podían obtener gratis? ¿Y que, siguiendo la misma lógica, el tribunal, pensó que, en el fondo, estaba ante un caso de hurto menor que no merecía la cárcel?
- Los progres-modernos-guays proclaman que el sexo no es una realidad natural y que el género es elegible. El patriarcado, sin embargo, sí tiene clarísimo lo que es el sexo y el género. Sabe perfectamente quiénes son las mujeres y para qué las fabricó: seres de segunda categoría a las que se puede maltratar y violar sin grandes consecuencias (a veces y en muchísimos lugares, sin consecuencia alguna), seres que les sirven, cumplen sus deseos, cuidan de su prole… seres cuyos cuerpos pueden alquilar por un módico precio a fin de sobarlos y penetrarlos (y también alquilar sus úteros durante nueves meses para que les fabriquen niños). Seres a los que pueden despreciar y ningunear.
Por eso, cualquier hombre “normal y patriarcalmente” constituido se ríe de las especulaciones postmodernas, porque él sí reconoce perfectamente a una mujer: ser a quien, si quiere, puede violar y/o maltratar, de quien puede abusar.
Al patriarcado le importa un pimiento que haya “raritos y raritas”, los considera divertimentos folclóricos que no ponen en peligro la estructura genérica. El patriarcado sabe que su enemiga es el feminismo porque el feminismo sí tiene como objetivo destruir el sistema genérico y atacar los fundamentos patriarcales.
El patriarcado, después de haber sufrido importantes derrotas en los últimos tiempos, ha descubierto una nueva forma de minar al feminismo: diluirlo. Es un procedimiento ideal para socavar las luchas y las conquistas de las mujeres. Así, propaga que el género no es una estructura opresiva impuesta en función de nuestro sexo sino algo opcional. De hecho, ya no hay dos géneros sino tantos como se desee. Consecuentemente ¿leyes que protejan o liberen a las mujeres? ¿para qué? Si no te gusta lo que conlleva ser mujer, pues cambiate a hombre o a no-binario o a lo que te inventes… Y, claro, siempre habrá alguna quejica que alegará que ese cambio no conlleva que la cena se haga sola, o que dejen de violarla, o que progresar profesionalmente le cueste el doble…
Ante las quejas, el patriarcado responde: “Es que lo quieres todo”.
Y va a ser que sí, que lo queremos todo.