Una de mis debilidades es el estudio de la historia. La creciente digitalización de las fuentes existentes puso a mi alcance documentos que de otra manera nunca hubiese llegado a poder estudiar o en su defecto hubiesen requerido una economía más ordenada que la mía.
Hasta hace una década atrás una medievalista debía recurrir a los estudios que llegaban a cuentagotas de las editoriales españolas o francesas y en muy contados casos contar con los recursos para viajar a Europa y poder recorrer in situ los escenarios medievales europeos: monasterios, castillos y algunas ruinas diseminadas por el viejo continente.
Hoy por hoy podemos, gracias a las plataformas digitales, acceder a las bibliotecas de todo el mundo, a los museos e inclusive a algunos de los monumentos más representativos de la historia de la humanidad; lo que pone al alcance de todos los historiadores del mundo la posibilidad de estudiar determinado periodo histórico sin tener que invertir más que en tiempo.
¿Ahora esta es una ventaja? ¿No encierra peligros que no vemos?
Sin duda la digitalización de los documentos en papel es una ventaja por todo lo que acabo de decir; pero eso también plantea un peligro en sí mismo, por varias características propias del medio informático.
El CD es el equivalente de 200.000 páginas mecanografiadas; una computadora actual es el equivalente de la biblioteca nacional o sea el espacio requerido para guardar grandes volúmenes es infinitamente menor. Pero[pullquote] el disco de la computadora puede estropearse o ser formateado y toda esa información se perdería como lágrimas en la lluvia[/pullquote].
Ahora el problema de la perdida es uno en tantos del soporte informático, también puede ser alterado, modificado según las necesidades de un estado o de un sector social; provocando una reconstrucción histórica sobre datos manipulados. Cosa que en el caso del medievalismo se corregiría recurriendo a la comprobación de los documentos originales, pero esto cambia radicalmente si hablamos de la historia de la Era Global: nuestra historia.
Toda nuestra documentación descansa en medios digitales; muchas veces en plataformas científicas privadas, debemos abonar un canon para poder acceder a su banco de datos y al conocimiento que encierra. Recordemos que uno de los iconos de la web [pullquote position=»right»]Aaron Hillel Swartz fue empujado al suicidio por haber sido perseguido y acorralado judicialmente por poner en línea la documentación científica de JSTOR[/pullquote].
Ahora imaginemos qué habría pasado si Aaron en vez de buscar la liberación de ese conocimiento, hubiese crackeado esa red y modificado su contenido de alguna forma: borrando toda la producción científica de las dos últimas décadas y reemplazándola por la colección de la revista Dinamita de 1946. Esto hubiese sido un desastre a nivel de evolución del conocimiento y lejos de compartir la solución de JSTOR de perseguir y disciplinar a los hackers que irrumpen su red; lo que estas redes científicas deberían hacer es liberar todas sus bases de datos bajo una licencia copyleft y replicar ese conocimiento en repositorios alrededor de todo el mundo para que si hay algún problema con la base de JSTOR pueda ser regenerada desde otro repositorio y a la vez pueda ser mejorada y diversificada.
Ahora comprendamos de qué hablamos cuando nos referimos a fuente en historiografía. Estamos hablando básicamente de la autora, de la relatora de la historia, de la testigo, por lo que el documento que llega a nuestras manos NO es la fuente, es el soporte de esa fuente. Por lo que los documentos digitalizados son el soporte del soporte de la Fuente. ¿Por qué esta aclaración? Porque cada soporte puede ser en sí una versión diferente de lo dicho por una fuente.
“Aunque en general se acepta su existencia, los acontecimientos de su vida no pueden ser comprobados y resultan contradictorios en las fuentes históricas. Según la leyenda de Sigfrido, éste era arzobispo de York, y fue enviado a Suecia por órdenes del rey inglés Mildred, personaje inexistente según las fuentes históricas. En contradicción con la leyenda, el historiador Saxo Grammaticus señala que Olof Skötkonung fue bautizado por otro misionero inglés, de nombre Bernhard. Por su parte, la Västgötalagen, muy probablemente influida por la leyenda de Sigfrido dice que Sigfrido bautizó al rey y fue el primer obispo de Skara. El historiador eclesiástico Adán de Bremen desmiente esta teoría, pues según él, el primer obispo de Skara tenía por nombre Thurgot, si bien acepta la existencia de un misionero de nombre Sigfrido. Algunos historiadores contemporáneos han puesto en duda la localización de la sede episcopal de Sigfrido en Växjö”.
Estas contradicciones son comunes en los diferentes soportes por lo que nos habla de una muy vieja tradición de manipulación de las fuentes, a lo que se viene a sumar la propia de la práctica digital.
Entendámosnos bien: todas las que estudiamos la historia de manera profesional o amateur nos encontramos con que una misma fuente da dos versiones diferentes de un episodio o dos fuentes se refieren a esta fuente de diversa manera. El trabajo de la que estudia la historia es acceder a todas las fuentes y discernir cuál y por qué dice la verdad. Por eso creo que todas las fuentes deben estar en la red pero con ciertas pautas como la total liberación de los soportes que las contienen. El conocimiento no puede ser privatizado.
El peligro de que nuestra historia sea borrada y seamos un periodo inexistente en los relatos futuros reside en la concentración de los datos en soportes exclusivos. En plataformas que discriminen las fuentes por nosotras; en lugar de permitirnos trabajar con ellas y ser nosotras quienes descartemos las fuentes menos verosímiles en el estudio y comparación con todas las existentes.
Susan Sontag dice en su tratado “Sobre la fotografía” :
“ Mediante la fotografía, algo pasa a formar parte de un sistema de información, se inserta en esquemas de clasificación y almacenamiento que van desde el orden toscamente cronológico de las series instantáneas pegadas en albumes familiares hasta las tenaces acumulaciones y meticulosas catalogaciones (…)Se redefine como tal (experiencia): como artículo de exposición, como dato estudiable, como blanco de nuestra vigilancia”.
Hoy por hoy, las características de la fotografía como soporte documental han sido ampliamente superadas por las capacidades de la informatización crónica de todas las actividades humanas redefiniendo nuestra experiencia como tal, nuestras percepciones de la realidad, inclusive nuestra memoria y nuestro olvido.
Antes, contaba mi abuelo, la amenaza hispana era “ni tu nombre recordarán” y era dicha a las tiranas. En aquella época las tiranas eran olvidadas borrándose su nombre de los documentos eclesiásticos y las guardas de los palacios y monumentos; hoy basta un click para formatear la historia completa de una región y la única posibilidad de protección de esa identidad histórica como en la época de la oralidad es compartir ese conocimiento; multiplicarlo en tantos espejos como sea posible para que nuestras descendientes puedan rescatarlos y construir el relato de nuestro tiempo.