El feminismo bueno y el malo (el malo es el nuestro, claro)

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A mí no me extraña que la derecha “se apunte” al feminismo. No me extraña que, ante la pujanza del movimiento, clamen que ellos son feministas de toda la vida (incluso desde antes de que las feministas fuéramos feministas). Es más: ellos son los verdaderos feministas (hablo en masculino aunque sé que en la derecha también hay mujeres porque en este caso, mirá vos por dónde, me apetece obedecer a la Academia de la Lengua, esa que, normalmente, tanta risa me da).

Colgarse el letrero de feministas es el primer paso. El siguiente es definir qué es el feminismo, no vaya a ser que alguien piense alocadamente que ser feminista consiste en pedir lo mismo que pedimos las feministas. ¡Y no, qué horror! Ellos diferencian claramente el feminismo malo del bueno. Empiezan, pues, relatando los horrores del feminismo perverso. Según se sientan más o menos inspirados, pueden acusarlo de destruir el idioma, la familia, la humanidad… También lo acusan de ser dictatorial con las mujeres (las feministas queremos prohibirles que se pongan tacones, se pinten o vayan a la peluquería, o sea, queremos convertirlas en marimachos), de odiar a los hombres y, en el fondo, de querer asesinarlos, etc. etc.

Luego pasan a decir que ellos también piden igualdad; la buena, no la mala. La igualdad buena consiste que la mujer cumpla dignamente su papel. Papel que califican de elevadísimo, faltaría más. Puestos en plan lírico, pueden incluso ensalzarnos sin reparos porque “madre no hay más que una, la ternura de las mujeres es incomparable, nuestra belleza también, etc. etc.”. En fin, aquello que cantaba Manolo Escobar de “Viva el vino y las mujeres que por algo son regalos del Señor”. La derecha siempre ha sido muy galante. Muy cruel con las mujeres, pero muy galante.

Por abreviar: la igualdad consiste en que estemos en “nuestro sitio”. Y ya sabemos cuál es ¿no?

Cierto, nuestro sitio ha cambiado a lo largo de la historia: ahora tenemos derechos civiles, podemos llevar pantalones, estudiar, ejercer la patria potestad, defendernos de la violencia masculina, etc. La derecha hace como que ignora que todo ello lo consiguieron nuestras perversas antepasadas feministas, pese a la oposición de sus venerables antepasados.
Pero, ahora, la derecha da por buenos esos logros. Cosa diferente es que deba vigilarnos para que no abusemos de ellos, porque las mujeres somos un regalo del Señor, cierto (¿quién si no iba a limpiar, cocinar, cuidar? ¿a quién se iba a follar?) pero también somos propensas a abusar.

Lo del aborto (N. de la E. la autora vive en España y se refiere al Partido Popular de ese país), el PP sigue sin verlo claro. Necesita tiempo, no puede asimilar semejante libertad de las mujeres en solo cuarenta años… Con esto les va a pasar como a la iglesia con la inquisición: dos siglos después de que se suprimiera, Juan Pablo II pidió perdón reconociendo que aquello de torturar y asesinar estuvo feo (aunque yo no creo que el PP dure dos siglos).

Ciudadanos (N. de la E: el análogo al Cambiemos de Macri y Cornejo en España) está de acuerdo con el PP. Ellos tampoco piensan quitarnos el derecho al voto. Es más, han declarado –con esa desvergüenza que los caracteriza- que Clara Campoamor era de los suyos (aunque, por supuesto, no la han leído ni piensan hacerlo; con lo bien que les va siendo incultos…).

Les digo en un inciso: que Clara Campoamor no haya salido de su tumba a vomitar encima de Rivera, es prueba fehaciente de que no existe otra vida.
Pero, a diferencia del PP, Ciudadanos no ataca el aborto. Ellos están más centrados en replantear el beneficio económico que se puede obtener de las mujeres. Piensan que hay partes de nuestro cuerpo que no están suficientemente rentabilizadas. Si los proxenetas se forran con la prostitución ¿cómo no va a sacar su tajadilla el estado? Y ¿qué es eso de decir que el cuerpo no puede ser objeto de transacción comercial? ¿Le vamos a negar a las mujeres pobres el derecho de beneficiarse vendiendo o alquilando lo único que tienen? Con el negociazo que se avecina a cuenta de los vientres de alquiler… Y quién sabe si, luego a luego, no será buena idea legalizar el comercio de órganos…

Y nosotras nos preguntamos ¿qué hacemos con estas pandas de hipócritas reaccionarios neoliberales? Yo creo que nada. No gastemos tiempo con ellos, es inútil.

Nosotras a lo nuestro: a interpelar incansablemente a las mujeres (incluso a las de derechas, pues puede que alguna no tenga la mente cerrada del todo) animándolas a plantearse si la vida que llevan es la que quieren y, en caso contrario, explicándoles nuestras propuestas reivindicativas e incitándolas a salir de la pasividad.
Porque, lo dicho: “Somos malas pero debemos y queremos ser peores”.

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