Una de las cosas que inevitablemente suceden cuando se triunfa es que tu idea de pronto parece tener muchas posibilidades de generarte algunos ingresos. A veces sucede que tu idea puede además darte varios millones. El problema es cuando para poder obtenerlos tenés que pasar encima de mucha gente, y ahí se ve quiénes tienen la intención de ser poderosas y millonarias y quienes no. Porque, seamos sinceras, la mayoría de las personas eligen antes ser felices que millonarias y la mayoría de las personas, no están de acuerdo con obtener dinero a costa de la vida de otra persona, por lo que podemos presumir que tampoco elegirían ser millonarias a costa de la vida de otras personas.
El asunto es que a Facebook parece haberle pasado eso y Zuckerberg decidió que el mejor camino era prostituir a sus millones de usuarias sin que lo noten durante años, para que cuando lo noten ya sea algo normal. Algo así como «jodete por usar esta red, que es mía y yo soy una cagada». El asunto es que tanto Facebook como Google aprovechan un vacío legal -que ya no es tal, pero ahora seguramente el vacío sea pago- para comerciar la intimidad de sus usuarias. Hay algunos matices: Google no hace preguntas sobre tu cotidianeidad, tampoco lo hace a tus amigas, Facebook sí, pero en esencia el asunto es el mismo: recolectar información, vender a las usuarias a gobiernos y empresas privadas para hacerlas más manejables y obtener dinero con eso.
Lo bueno de todo esto, si lo hay, es que en algunos lugares el comercio digital de personas no pasa desapercibido y producto de que las europeas ya no confían en EEUU, han abierto una investigación contra la red social por transferencia de datos de usuarias. La UE aprobó hace más de una década una normativa que permite transferir información de ciudadanas europeas a EEUU llamada Safe Harbour (puerto seguro, en una tradición algo berreta).
Sucedió hace dos años que una estudiante llamada Max Schrems comenzó una campaña para saber cuánta información y de qué tipo llegaba a las autoridades estadounidenses por medio de las redes antisociales como Facebook. El resultado es de temer: luego de solicitarlo formalmente a la empresa, Facebook dio a Schrems -una persona como cualquiera otra sin mucho que investigar ni nada para esconder- toda la información que se encontraba comerciando. El detalle: la informe tenía 1.000 páginas. Sí, 1.000 páginas de alguien que no tiene nada que esconder.
Pero la cosa no quedó ahí. Schrems fue a la Comisión de Protección de datos de Irlanda (DPC) allá por 2013 y luego de 2 años de proceso -y una negativa de parte de la DPC a investigar la demanda de la estudiante- el tribunal finalmente ordenó abrir una investigación contra Facebook asegurando -sí, Irlanda, paraíso fiscal de las corporaciones que venden a las personas- que EEUU no es un país que asegure el derecho a la protección de datos y la privacidad.
Este caso ha tomado nuevos ribetes luego de que el Tribunal de Justicia de la UE dictara sentencia recientemente contra la transferencia de datos de europeos, algo que obliga a renegociar. Ojalá, en días en que se denuncian espionajes puerilmente para sacar uno u otro votito, se pongan cartas seriamente en este asunto, no podemos seguir aprobando que nuestro país venda, preste, convide, regale, ni mucho menos COMPRE información a estos cuasi servicios de inteligencia privados, obtenidos de forma espuria y sin nuestro conocimiento.
El asunto es que todo el comercio publicitario de la red parece estar apuntándose a que nos compran y vendan, estamos todavía a tiempo de legalizar uno de los actos más repugnantes de los que somos capaces: gobiernos pagos por la sociedad, pagan a empresas a sacar dinero a la sociedad que les da origen. Como mínimo, una traición a denunciar.
A desalambrar.
¡Happy Hacking!