Se conoció que Ivan Goldberg, creadora del término, en realidad hizo una broma que tomó masividad.
NOTA: Este es un tema en discusión. Si la adicción existe o no, no es algo que pueda definir sólo el autor del concepto. Purevenir, nunca está demás.
Seguro te parezca muy rara la aclaración de arriba. Sucede que quien escribe esta nota es parte interesada en este concepto de la «adicción a Internet», carece de formación académica en psicología, además de pensar que muchas psicólogas son epistemólogas de personas, aplicadoras de la moral dominante. Insisto: muchas no significa todas, ni la mayoría, muchas, significa muchas. Por lo cual, quien escribe, más que habitualmente, es parcial.
Por otro lado, existen numerosos estudios al respecto, he leído algunos y, más allá de lo que yo piense de las psicólogas, no puede negarse su trabajo, incluso aunque -como sucede hoy- estemos ante el sarcasmo de una psicóloga. Así que te invito a tomar lo que sigue con cautela, pues, se trata de un tema en discusión, y, tal vez exista una adicción que no sea a Internet, pero sí a cuestiones vinculadas a ella. Eso, lo determinarán algún día las especialistas, ojalá sean algunas que no sean rentadas por empresas interesadas en la existencia o inexistencia de la adicción.
El inicio de la broma
Goldberg intentaba burlarse de la atracción que creía que siente la sociedad por sus propias adicciones, jamás se imaginó que sus palabras serían tomadas por serias y que en menos de 20 años ya existirían especialistas, clínicas para el tratamiento, protocolos, manuales y que hasta sería tenido en cuenta como un atenuante para los mal llamados «delitos informáticos» (Kevin Mitnick utilizó el concepto en su favor cuando fue juzgado, muy poco tiempo luego de la broma de Goldberg).
Cuando el DAI se masificó como idea, el propio Goldberg sostuvo al ser entrevistado que no creía que el desorden de adicción a Internet exista más que el desorden de adicción al tenis, el desorden de adicción al bingo o el desorden de adicción a la televisión. «La gente puede exagerar en todo. Llamarlo adicción es un error» dijo lapidario ante Anna Federwish el 8 de Agosto de 1997.
Pensando en Khun -un tipo que quería poder determinar qué es ciencia y qué no- podríamos decir que la aparición de Internet produjo una crisis de paradigma. Un paradigma es un esquema formal de organización. Sociedades que carecen de informática e Internet tienen tiempos distintos a los de aquellas que sí los tienen. Al introducir un aparato extraño, aquellas para las que no es natural su existencia, deben romper sus pautas de comportamiento para poder tenerlo en cuenta, pongamos como ejemplo la aparición del foco alimentado con electricidad, para muchas, era un invento inútil porque no servía para encender un cigarrillo.
Pero si además este aparato tiene un ritmo de propagación acelerado en aquellas para las que todo es nuevo y están comenzando a aprehender el mundo y no tienen que cambiar ningún esquema de organización sino sólo sumar objetos y sus prácticas a lo que van aprendiendo, esas van a naturalizarlo y comenzar a experimentar con él con menos prejuicios que las que ya tienen una idea del mundo y deben modificarla para aprender cosas nuevas.
Un obstáculo epistemológico es algo que te impide avanzar en el conocimiento, una suerte de prejuicio que nos hace ver lo que queremos ver y no lo que existe (perdón de nuevo a las epistemólogas), y en consecuencia, no hay forma de saber más sobre algo. El sentido común, por ejemplo, es un obstáculo epistemológico, porque incluye cierta «lógica» que impide seguir investigando y profundizar el conocimiento.
Si hubo una crisis de paradigma y el mundo adulto, entre desinteresado y atemorizado naturalizó que «las chicas aprenden muy rápido a usar la computadora» al mismo tiempo está dándose permiso de desconocer su uso, porque no forman parte del mundo de las que «aprenden rápido». La afirmación de que existen «nativas digitales», en realidad es una auto-disculpa de gente que no se esfuerza en aprender, que se siente presionada por saber (para no ser una «analógica» y en consecuencia excluida) y designa el mundo de lo informático y digital como una que no le pertenece: es de las chicas, porque ellas nacieron con la computadora (cosa que sabemos… no es cierta).
Por otro lado, las adultas que sabemos de informática somos unas «genias» o unas «nerds», o unas «geeks» o unas «hipsters» o unas «trolls» dependiendo de quién nos denomine. Somos algo «raro», adultas que sabemos de informática y de Internet. Con lo anterior afirmo que se trata de que las chicas intuyen mejor cómo usar un sistema, simplemente porque lo usan y lo aprenden, con menos prejuicios y menos «sentido común», por eso aprenden más rápido. Pero ya que estoy, aprovecho, y te cuento, a vos que pensás eso, que «las chicas», tampoco saben usar una computadora.
Tal vez, además de una práctica comercial rentable como la psicología canina, la propagación del Desorden de Adicción a Internet no sea más que la respuesta a la necesidad de las personas de intentar explicar un comportamiento que les resulta extraño y ajeno, marcándolo como una adicción, algo que no depende de la voluntad de las adictas, pero que les genera placer y dependencia.
Tal vez, sólo tal vez, parte de los prejuicios que nombro antes, condimentados con el miedo a lo nuevo, hayan sido un buen caldo de cultivo para la credibilidad que tuvo el concepto de Desorden de Adicción a Internet con el que ironizaba Ivan Goldberg en 1995. Gente que sin comprender qué se está haciendo, nota la existencia de formas de interacción, socialización, aprendizaje que desconoce, no se esfuerza en comprenderlas y se plantea, producto de desconocerlas (y viéndolas con miedo y prejuicios), que «no es normal» que alguien resuelva todo desde una computadora, que tiene que haber «algo malo», porque «las cosas no son así», porque «vivir es otra cosa».
Tal vez, insisto en que sólo tal vez, sea el mismo conservadurismo social que constantemente, y sin importar en qué momento de la historia suceda, culpa a la juventud por carecer de los valores que acuñó su generación con la gastadísima (e irreal) frase de «ya no hay valores», que sólo significa: ya no están «mis» valores.
Hay lugar, sin «talveces», para que una sociedad ignore (o decida ignorar) las prácticas culturales que ella misma genera hasta que nota consecuencias, y todas sabemos, cuando estas llegan es porque «alguien» (no algo) funciona mal, con esto se vuelve a culpar a una persona por un comportamiento inducido socialmente y es una forma de auto disculpa, nos quita de en medio, pues si «alguien» funciona mal, es su culpa, porque hay una sociedad que hace las cosas «bien» y aparece este tipo extraño y funciona «mal», porque no funciona como la sociedad (como la gente «de bien») que hace las cosas como «deben» ser (sin notar que cada paso que damos está coaccionado por el hacer de las demás).
¿Cuáles son los síntomas del DAI?
1) Estás online todos los días
2) Perdés la noción del tiempo luego de conectarte
3) No solés apagar la computadora
4) Pasás más tiempo online que en otras actividades, e incluso comés en la computadora.
5) Nunca te parece mucho el tiempo que pasás conectada
6) Las demás se quejan de que pasás mucho tiempo frente a la máquina
7) Chequeás varias veces al día tu correo electrónico
8) Compartís sitios, intereses, comentarios, con todo el mundo
9) Tratás de conectarte, aunque estés ocupada
10) Conectarte, alejándote de familia, amigas u otras personas, te da sensación de alivio
Con la salvedad de la 7…. Ponete a jugar, y reemplazá «internet», «máquina» o «computadora», con televisión, o lo que gustes y… habrá nacido un síntoma para otra adicción, ponele nombre, divertite y dedicate a dar charlas sobre ella.
¡Happy Hacking!