La gente común también suele encarnizarse a enviar comentarios desagradables a otras, aún si no se considera a sí misma como una troll. O, al menos, eso es lo que dice una reciente investigación llevada a cabo por la Universidad de Stanford y la Universidad de Cornell.
El trabajo fue publicado como parte de la conferencia “Conference on Computer-Supported Cooperative Work and Social Computing (CSCW)”, llevada a cabo este 2017. Y contó con el apoyo, en parte, de compañías como Microsoft, Google, la Fundación Nacional para la Ciencia, la Oficina de Investigación del Ejército, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, la Iniciativa de Datos Científicos de Stanford, Boeing, Lightspeed, SAP o Volkswagen.
En el pasado hemos hablado de lo que ocurre dentro de la mente de una troll. Y tampoco faltan ejemplos de las luchas que se están llevando a cabo para paliar los efectos de la cultura del acoso. Al final, queda claro que la troll que vive por y para herir, existe. No obstante, ese tipo de acosadora puede combinar rasgos propios de un trastorno narcisista de la personalidad y de una psicópata, y eso se nota: es recurrente, obsesiva, enfermiza, y por suerte poco común… Sin embargo, la gran proporción del fenómeno da a entender que son muchas más de las que en principio teníamos pensado. Lo que bien nos puede llevar a la razonable duda de que no puede haber tantísimas psicópatas por ahí como da a entender el cajón de comentarios de cualquier página web que se te ocurra.
En este punto es donde entra esta investigación, que trata de explicar por qué la publicación de comentarios ofensivos en línea, con el fin de provocar la ira de otras, se ha convertido en un fenómeno tan tristemente común y lo tenemos tan aceptado.
Según las investigadoras de este estudio, tendemos a separar el concepto de troll de Internet del de una persona ‘normal’ como nosotras. Imaginamos a una sujeto completamente diferente: una tipa con sobrepeso, problemas mentales evidentes en el comportamiento y una triste historia en su pasado, por ejemplo. Necesariamente poseedora de la triada oscura y complejos de inferioridad. Y no siempre es así.
Este estudio, por su parte, defiende que si bien la troll pura existe, no son la mayor parte del problema. De hecho, la gran mayoría de la gente común puede adoptar fácilmente este comportamiento antisocial y perjudicial de vez en cuando. Es más: en las circunstancias adecuadas, cualquiera puede convertirse en un troll y publicar comentarios destinados únicamente a ser provocativos, ofensivos e insultantes. Y sugieren, a su vez, que el disfrute del acoso no es característica innata, sino más bien un comportamiento de escape, que puede ser estimulado y también contagiado.
“Ciertamente existen las sociópatas y psicópatas, pero entender que la gente ‘común’ no es completamente inocente y pueden ser susceptibles a ejercer el acoso también, puede ayudar a explicar cómo puede este suceso se ha propagado más allá de esa comunidad y ha llegado a ser tan frecuente”. Dijo Justin Cheng, informática de Stanford y una de las autoras principales del estudio, a Eurek Alert.
Hicieron varios experimentos sociológicos que se describen en el estudio. Que en resumidas consistía en poner a las participantes —667 personas— de mal humor para luego hacerles comentar artículos preparados.
Para contrastar esto con “el mundo real”, también analizaron los archivos de más de 26 millones de comentarios anónimos publicados en las noticias de CNN.com a lo largo de todo el 2012. Notando que fueron más comunes los comentarios hirientes a altas horas de la noche y muy temprano en los primeros días de la semana —cuando las investigaciones han demostrado que las personas están típicamente en su peor estado de ánimo—.
Lo que descubrieron, al final, es que la cultura del acoso es «una espiral de negatividad”, según Jure Leskovec, profesora asociada de Ciencias de la Computación en Stanford y autora principal del estudio. Y que “sólo se necesita una persona de mal humor para crear una chispa que se convierta en cascadas de mal comportamiento contagioso”.
Lo que se puede sacar de aquí es que, si bien la mayoría de nosotras no quiere ser un troll, cualquiera de nosotras tiene el potencial para serlo; y para evitarlo, si estás de mal humor, espera a que se te pase antes de escribir, a fin de no pagarlo con lo próximo que leas en la red.