No somos de tocar este tipo de contenidos, porque nos parecen vacíos, pero el contexto nos parece que lo amerita. Las influencers son producto de un período de decadencia de las instituciones. A muchas les parecerá que estoy diciendo una estupidez sin sentido, pero no es así.
En los albores de la red había muy poco contenido, para crearlo había que tener ciertos conocimientos de programación y manejo de servidores, por lo que muy poca gente podía crearlos. Entonces aparecieron los sistemas de administración de contenidos (CMS, en inglés) como Blogger, Joomla, Xoops y WordPress, que permitían que una persona sin esos conocimientos pudiera subirlos. Pero crear contenido lleva tiempo y esfuerzo, ni hablar de posicionarlo y lograr que se lea, por lo que hacía falta una forma de financiar ese trabajo -además del desarrollo del software y la web en general- y pronto se recurrió a la publicidad tradicional.
El abuso y la estupidez, llevaron a que la web se plagara de ventanas emergentes y la gente odiara la publicidad, por lo que pronto aparecieron anuncios ‘personalizados’, esto es: te investigan, te analizan, y te sugieren un contenido que probablemente te interese. Eso redundó en que los anuncios fueran más amenos para las usuarias, pero al poco tiempo -con una web relativamente deficitaria todavía- las usuarias del globo comenzaron a notar que su identidad era la que estaba siendo hurgada para poder venderles algo, en paralelo, las generaciones que crecieron acostumbradas a que los contenidos siempre resultaran de su agrado, y distintos procesos sociales del globo, comenzaron a no prestar atención a la publicidad y bloquearla, por lo que el negocio fue menos efectivo para generar ventas, y esas ventas son las que financiaban los contenidos.
El estudio de la conducta de esas generaciones, llevó a crear el concepto de Millennial, que es una categoría de consumo, aunque mucha gente crea que se trata de una generación. Que quede claro: Millennial, es el nombre que le pusieron a los grupos que consumen de una determinada manera, por eso pueden coincidir en ese concepto personas que hoy tienen 26/27 y personas que tienen 10 años más. La gente que se dedica a eso, pronto identificó que esas generaciones desconfían plenamente de las instituciones y tienen una tendencia a confiar en otras personas.
Es lo mismo que concluyó Zuckerberg en los comienzos de Facebook: las usuarias quieren ver a personas que conocen o personas con las que pueden relacionarse de alguna manera. Así, instituciones laureadas como un banco público, están muy lejos de las personas, tienen un nivel de repercusión bajísimo respecto de una persona -sea conocida o no- que está recomendando cómo hacer una inversión. En esa rendija, aparecieron las influencers: se trata de gente que goza de la confianza (entendida en un sentido muy amplio) de muchas usuarias, por lo que son un mejor canal para vender un producto (desde un préstamo hasta una vida saludable).
Resulta que hay una que se llama Larz que parece que vende estupidez. La tipa se filmó lamiendo un inodoro, algo que sería por demás repugnante, pero como si fuera poco, lo hizo como parte de un desafío hiper absurdo: Coronavirus Challenge.
Dato: los «challenge» (que bien podríamos llamar desafíos), son herramientas para hacer que la gente se quede en una red antisocial, que disponen las mismas redes. Algo así como cuando un bar obsequia una cerveza a una persona que está cantando en un bar, pues está aglutinando la atención, generando mayor permanencia en el lugar y con eso mayor consumo. La cerveza, no es una invitación sino una inversión. Los challenge, son exactamente lo mismo, sólo que aquí no hay cerveza, sino que las redes aumentan deliberadamente el alcance, porque quieren, necesitan, que las usuarias estén constantemente interactuando con sus contenidos, para poder clavarles la publicidad ‘personalizada’ de la que hablamos más arriba. A las redes les da lo mismo mostrarte algo horrendo (como las decapitaciones de YouTube, que tienen activadas las funciones de monetización) o algo que disfrutes enormemente (los tiernos videos de gatos en Instagram), por que lo que quieren no es que disfrutes, si no que te intereses, para poder estar. Si te quedás puteando o aplaudiendo les da igual: porque te quedaste.
Larz tiene 21 años y es de California, EEUU (un pais que exporta estupidez y genocidios) y le contó a sus seguidoras que se encontraba en un hospital luego de contraer coronavirus. La noticia llegó unos días después de que se filmara chupando la tabla de un inodoro en un baño público. A Larz se le ocurrió que chupando un inodoro llamaría la atención en TikTok e Instagram, y es una usuaria que se caracteriza por falsificar imágenes en su perfil, por lo que el hecho de que se haya mostrado como una contagiada más de coronavirus, también es algo que sospechar.
Cualquiera sea el caso, acordate de que el Covid-19 está matando mucha gente y se esparece con una velocidad terrible, que el problema mayor es el colapso de los sistemas de salud, y que podrías matar a cientos o miles de personas (incluidas tus abuelas, que no verán tu video) sólo por conseguir llamar la atención con un gesto estúpido y antihigiénico a un puñado de usuarias del globo… para beneficiar a una corporación multimillonaria que no se acordará de vos cuando estés languideciendo.
Sin embargo, el ‘Coronavirus Challenge’ no fue idea de Larz, sino de una influencer de TikTok e Instagram llamada Ava Louise, que reconoció estar molesta porque la gente le prestaba más atención a la pandemia que a ella, y decidió hacer algo al respecto.
Es curioso cómo estas generaciones están produciendo infinidades de loops y son extramadamente conservadoras, aunque pretenden mostrarse como revolucionarias. En entrevista con un medio yanki, Ava, la brillante chupadora de inodoros, dijo lo que sigue: «Todas ustedes son tan estúpidas«. «Hay una razón por la cual el coronavirus está eliminando a las personas mayores de 50 años, porque todas ustedes son idiotas que arruinaron nuestro país, nuestra economía y crían idiotas que persiguen su influencia como yo, la persona que tanto odian».
Algo así, como saltar al vacío por decisión de otra persona.
No, no necesitamos influencers.
¡Happy Hacking!